jueves, 26 de marzo de 2015

Partida

A veces hay que mandar todo bien a la mierda.
A veces uno mismo se manda a la mierda, en un intento por reaccionar. Como un mecanismo de supervivencia casi.
Patear el tablero.
Descargarse
Romper o romperse hasta estar seguro de que uno esta ahí.
Sí, estamos solos.
Las decisiones las tomamos solos. Que creemos o que no.
Si mejor seguimos soportando o mandamos todo a la mierda.
Es placentero, no se puede negar.
Cansarse de sostener algo tan volátil como es la realidad,
que cambia todo el tiempo. Que la cambias todo el tiempo y que te la cambian todo el tiempo.
Las fichas se mueven. y hay que pensar la próxima jugada.
A veces se pone tan bueno que aunque sepas que la partida debe terminar,
haces lo posible para que dure aunque sea un segundo más.
Y ahí es cuando todo tambalea.
Los aliados sólo quieren lo que prometiste. Y después que mueras.
Ay, estos traidores.
Pactos, firmados con tinta, con sangre, con saliva, con lágrimas.
Si señores. Estamos solos.
Hay que lograr afilar la mirada y coordinar el corazón y la mente.
No importa lo que digan, las palabras mienten. Los actos no. Yo estoy mintiendo en este momento. Todo el tiempo estoy mintiendo.
El trabajo de toda una vida, años de practicar y practicar.
Las consecuencias las enfrentamos solos, las decisiones.
Y cuando las consecuencias se vienen encima, hay que patear el tablero.
Si ya está perdido, hay que sacarse todo y salir a la cancha.
Cortarte un brazo o dejar que la infección se propague.
Exagerado, si. Pero bastante claro también.
Cuando sentís lo inevitable algo te mueve, te fuerza a elevarlo hasta lo
más alto que te permitas, como si eso quedara grabado a fuego dentro de uno. Y empujas. Y empujas.
Aquellas palabras que no pensabas decir, pero se escaparon solas.
Y se sintió bien. Tan bien como explotar.
Patear el tablero es decirle a la seguridad que se vaya a cagar.
Darle la bienvenida a la realidad.
Abrazar la sensación de dejarse y ya.
No puede ponerse peor a no ser libre.
La sonrisa sale sola.

Se siente bien. 

martes, 17 de marzo de 2015

Apuesta

No hay lugar, para jugar
Es una lástima, de verdad.
Tantos callejones, tantas calles,
solo quisiera escuchar, una bonita historia y nada más.
Nada más.
La noche, podría pasar tanto, tanto
sin embargo se mece, y me adormece
Aunque no relaja, no, para nada.
Una ebullición constante en el interior, que todavía no se define.
Si, las apuestas son así.
Lo mejor es que siempre me encuentra,
mi conciencia, mi luz, mi verdad.
Escucho, sonrío, quiero correr de la mano
De la mano con la aventura, la fina linea de la compostura, la adrenalina que
descubrís cuando todos te miran con sobriedad, y vos.
Vos ya ni los miras.
Sin cómplices, a veces es sentirte solo, en la inmensidad de tu ser,
simplemente porque no te ven.
A veces es sentir que el miedo nos cubre a todos con un velo denso, denso.
Tan denso como una pared, que no se inmuta, que no respira, gris, cubierta de moho,
fría.
Fría.
No te ven. No.
Pero, alguien te siente?
Si alguien te siente en cualquier momento, en cualquier lugar, entonces la apuesta todavía no termina.
Si alguien te mira y te dice, sonriendo, que estás loco, entonces la apuesta está bien hecha.
Somos espejos, recibís como das.
Si alguien te dice, que confía en vos, y te da su mano...redobla la apuesta y dale las dos.
A veces perder el control es verse, encontrarse, liberarse, animarse.
Amarse.

martes, 10 de marzo de 2015

Pelota

Madurar significa reconocer cuando uno es un pelotudo. A veces uno está dispuesto a perder con tal de no retroceder un poco y ganar mucho más. Es como estacionar.  Si te mandaste mal, tenes que salir y apuntar de nuevo.  Hay dos cosas que nos ayudan a saber si realmente meamos afuera del tarro: la experiencia y la intuición. Y una ayuda bastante a la otra, cooperan entre si. Por eso creo que realmente hay pocas cosas que nos sorprendan. Porque en el fondo las señales quedan grabadas, desde el principio. Y si, por algo es, por algo sentís así y no de otra manera. Pero como la seguridad se forja mediante los actos, se comprueba mediante acciones, consecuencias, reacciones. La no reacción es también una consecuencia. Bah, más bien una conclusión. Porque ahí se termina todo.  Nos equivocamos, forma parte de lo que nos hace ser como somos. Importante es proponerse reaccionar de una manera diferente, para poder conocernos a nosotros mismos. En vez de callar, hablar. En vez de dejar, confrontar. Dejar que la verdad de lo que somos cada uno de nosotros hable. Empujamos  un poco más, empujamos al resto también un poco más. Salimos de la zona de confort y de seguro por lo menos no habrá arrepentimientos, al contrario. No perdimos nada, ganamos un poco más que ayer. Recordamos todos aquellos momentos en que dejamos que alguien más decida por nosotros. Que alguien más nos defina y nos diga que somos, de que estamos hechos. La rabia se transforma en nada. Los límites comienzan a volverse más y más claros y, muchas veces, ya no hay dudas de que esto o aquello, que la vida nos pone adelante una y otra vez es la lección que todavía no aprendiste. No estás listo, no.  Sabemos lo que vale la pena o no. De seguro podrá distraerte, pero difícilmente confundirte. La intuición y la experiencia te lo dicen.  Cuando no está claro, es porque hay que empujar.
Cuando tu energía es mal empleada se nota. Porque no recibís nada. No sentís satisfacción, ni placer. No existe la reciprocidad. Las cuentas no dan. Uno se encapricha con uno mismo. No quiere escucharse. Y perdes el tiempo al pedo, con momentos tan inútiles como efímeros, solo por querer llenar algunos lugares que siempre se pinchan, porque están para eso, filtro. Solo filtro. Para valorar los que no. Los reales, los profundos, los que te mueven  los que se chocan y estallas y se prenden fuego y gritas y todo se vuelve una tormenta de realidad. ¿Quién quiere sonreír como un idiota todo el tiempo sin sentir que es un muñequito detrás de una vidriera? Por más que no tenga importancia, al menos no tanta como quisiera, si hay que empezar a cavar es lo mejor que puede pasar. Llegar hasta el punto donde te pones a prueba y ves quién está y quién no. Quién se queda, quién se va. A quién le importa  y a quién no. Quien te dice en tu cara que sos un imbécil y quien se la banca cuando vos se lo decís.  Quien es lo suficientemente maduro para reconocer cuando es un pelotudo.