viernes, 27 de febrero de 2015

Cicatriz

Sentada en el banco de la plaza, el viento me revolvía el pelo, tapándome la cara. Yo me destapaba y el viento volvía a taparme. Se reían, y a la distancia, yo los espiaba. Me intrigaba tanto alboroto. Estaba buscando una respuesta. Quizás por eso era que me llamaban tanto la atención, en otro momento nunca los hubiese observado. Si cerraba los ojos podría imaginar a cualquier niño jugando con mi pelo. Sonrío. Pero no sola. La lluvia se avecinaba ya, la esperaba con ansias. El paisaje cambiaba y estaba ahí. Estática. No pensé en nadie. No. Pero si pensé en algo, lo que tenían ellos, lo que se veía en sus rostros, resplandeciendo. Tomados de la mano, con los hombros levantados , como queriendo protegerse de lo que se avecinaba.
No dejaban de reír, no importaba cómo intentara disminuirlo en mi mente. ese cuadro era la imagen de la inocencia, esa que nunca vuelve. Que momento, pensé. Por un segundo me sentí dentro de ese cuadro compartiendo lo mismo que ellos. De seguro si me dejan voy a poder viajar en el tiempo y sólo sonreír. Me muero de ganas de sentirme liviana lejos de todo eso. Los papeles revolotean, la tierra se arremolina, como en aquellos pagos... Qué va...como en todos lados. La mente me lleva hacia allá, y yo quiero estar acá. Mi cara nunca me ayudo a disimular nada. Pero me ayuda a ahorrar las palabras que no hacen falta.
Una nena pasa corriendo y se cae súbitamente. Queda en el piso, tendida, lloriqueando. Sin dudarlo me levanto, casi corriendo también y me agacho, para acercarme lo más que pueda.
-¿Estas bien linda?- le digo
La nena me mira, sollozando, en silencio. Se mira la rodilla toda raspada y me dice
-Me arde-
-¡Uh, es que te diste tremendo golpe!- Ayudo a exagerar un poco con mi cara- Mira, yo también me caí cuando era chiquita- Le muestro la cicatriz que tengo en la pierna arriba del tobillo.
Ella la mira, con curiosidad, y pasa el dedo con temor.
Todavía sollozando pero casi olvidándose del raspón, me pregunta si me dolió.
-¡Puf! ¡Grite tanto tanto tanto que todavía me acuerdo!- La nena sonríe ante mis muecas y mis exageraciones gesticulares.- Pero ya no me duele más- Sonrío.
La ayudo a pararse, a sacarse la tierra , y a limpiarse un poco la cara. La madre ya ubico a la niña y lentamente la veo acercarse.
-Ahí viene tu mamá- Le digo- No llores mas eh, que ya no duele, ¿o no?-
Asiente con la cabeza, me sonríe y dando media vuelta vuelve corriendo a los brazos de su madre. Y yo me quedo parada ahí, estática. La plaza ya esta vacía.  Yo me quedo esperando la lluvia en silencio. El viento sigue jugando con mi pelo, con mi vestido. Veo que las hamacas quedaron desiertas, y me siento en una de ellas.
Las luces se prendieron por la extraña oscuridad, por el día que se filtra a estas horas de la tarde.
Mientras me balanceo en la hamaca juego con la arena bajo mis pies. Mi mirada se detiene en esa cicatriz, en esa oruga fea retorcida que siempre quise borrar de mi y que hacía tanto tiempo que no me detenía a observar porque se volvió parte de mi como mi pelo, como mis manos. No imagino mi cuerpo sin esa oruguita remolona tan linda y solo mía. Sólo con el tiempo. No sería mi cuerpo. No sería yo.
El cielo se ilumina de golpe. A lo lejos se escucha el trueno que viaja. Finalmente veo las gotas impactadas sobre la arena mientras me hamaco enérgicamente un ratito, en ese limbo.