viernes, 10 de abril de 2015

Año Nuevo

Recién me despierto, y respiro. El sol de la media mañana pega en la pared y el calor me agobia, más de lo que ya estoy. Abro mis ojos, clavados en el techo, clavados en la pared, Esa pared repleta de frases estáticas, algunas ya medio borroneadas Otras están tan lejos que difícilmente logren alterarse. Todas las escribí en algún momento, por algún motivo, que por supuesto todavía logro recordar sin esfuerzo. No hace falta decir porqué.
Mierda, realmente está pesado allá afuera. Recién comienza el año, pero todavía no pude despedirme del anterior. Y afuera no se escucha absolutamente nada, o están todos de resaca o esto es un sueño donde un extraño virus los exterminó a todos y allá afuera es un desierto caliente de pavimento y humedad. Por lo menos no tengo que pagar por soñar despierta. Sigo con los ojos clavados ahora dentro mío, en silencio. Ese extraño placer de poder hablar sin emitir sonido porque no hace falta. Que genialidad, no malgastar la voz al pedo. No tener que decir estupideces solo para llenar un espacio o para que sepan que estás ahí. Si tuviese que decir algo para hacerle saber al resto que estoy ahí, si del otro lado no me ven, si tengo que hablar, entonces no vale la pena. Solo lo justo y necesario. Un día de absoluta inercia. Si. No está mal para arrancar el año.
Me revuelco sobre mi misma y me encuentro con Paris. Como todo perro de la calle siempre está ahí, al lado tuyo, esperando que despiertes. A ella sí que realmente no le molesta nada, y tampoco pide nada. Solo mi compañía. Lo mismo que yo. Sin embargo, a veces pareciera que me molestan muchas cosas de ella, y siento que le pido mucho. Por increíble que parezca, mirando en sus ojos transparentes se que siempre me perdona. Feliz año nuevo, Paris. Incondicional, siempre me da otra oportunidad, porque cree en mi, y sabe lo que soy y lo que no.
Que jodido salir de la cama, pienso. Suena el teléfono. Por favor no ahora, que no tengo ganas de ponerme a repetir como un lorito todo el puto sermón que acontece por esta fecha. Qué suerte, no era acá, o casi. Con lo cerca que estoy de los vecinos da la sensación de que vivimos todos juntos. Y en vez de paredes tenemos cortinas divisorias, hasta veo siluetas moverse y todo. Ya no sé si es una villa o una cárcel. Una prueba más de que me encuentro sola porque el maldito teléfono sigue sonando.
El despertar tiene una suerte de esperanza, mezclada con melancolía, otro tanto de soledad pero no tanto. Sobre todo en esta época del año. Y la estoy disfrutando, porque siempre es diferente cada vez. Aunque lo que llevo adentro siempre es lo mismo, solo que pasan los años y va pesando más, jodiendo más, doliendo más.
Seguro tendré la postal más linda, para recordar dentro de unos años, una de las tantas que me acompañan y se acumulan cada día que despierto. Esas postales que siempre son para alguien que está lejos, con alguna bonita y pequeña dedicatoria. Para compartir un momento con alguien, haciéndola parte de sí mismo sin pedir permiso. Esas que dicen "Hoy estuviste conmigo y quise hacértelo saber". Ya sé quién es mi destinatario hoy. Permiso, me atrevo a escribir tu nombre en la postal del día de hoy. Espero no te moleste. Sé muy bien que no. "Hoy me acorde de vos imbécil, espero que estés contento". No es postal si no tiene mi toque, cómo decirlo...personal.
Ya es mediodía, y el sol está en su máxima potencia, igual que mi ventilador. Insoportable. Hoy está para esas siestas de verano...de las que siempre hablamos y que ahora ya no nos esperan. Al menos juntos.
Muevo un poco las piernas contra las sábanas, como haciendo una v corta para despertarlas un poco, ahora una i...después una P al mejor estilo griego, así bien rústica, culminando la sesión con una perfecta X. Con tanto espacio en la cama hay que ponerse creativo...para no pensar en lo que pensamos todos cuando despertamos así, solos.
Algo cae del escritorio golpeando contra el piso. A juzgar por el ruido metálico y seco me atrevería a adivinar que fue el encendedor. Es su manera de avisarme que me levante, que tiene hambre y que quiere comer. Es tan inteligente este gato, pienso. No es humano pero sabe muy bien cuándo y con qué molestar a uno para lograr lo que quiere o necesita. Debería aprender un poco más de él. Giro la cabeza, y veo el vaso de agua sobre la mesa. Qué suerte que los felinos no se llevan muy bien con el líquido elemento. No hubiese sido muy grato ya arrancar el año arreglando las cagadas de los demás. Mirando detenidamente veo que está repleto de burbujitas. Quietitas, pegadas a las paredes del vidrio, simulando ser gas pero a mí no me engañan. ¿Qué puedo hacer? ¿Tirarla por el inodoro? Si la energía siempre es la misma, solo que se transforma, es medio estúpido pensar que "se va a ir" por una tubería. Mala onda. Es una cuestión mental. Mientras se pueda ser indiferente siempre va a rebotar. Vaya uno a saber adónde va a explotar. Creo que me importa más el hecho del desperdicio sin sentido, y dado que estoy un poco sedienta, me la voy a tomar igual. De todas maneras va a ir a parar al mismo lugar.
 Intento levantarme, y siento como si todo mi cuerpo pesara cincuenta kilos más. Mejor voy a empezar por lo primero, tratar de sentarme sobre el colchón, despacio, muy despacio. Mirando a la pared, un poco al piso,  agachando la cabeza para estirar un poco la columna que no deja de joderme. La luz del día se infiltra por la persiana, y pienso que tal vez, no fue buena idea despegar de mi aposento. Pero que va, ya está. Dos de la tarde. Por ahí deben estar los almuerzos familiares, las discusiones de quien de los dos se va a tener que fumar a la suegra, o a los pibes, o ir a buscar a la abuela al geriátrico que seguramente después ni se entere de donde estuvo. Si. Realmente no creo que este tan mal el día de hoy después de todo. Nada de comer las sobras de ayer, ni juntar botellas vacías, ni comer pan dulce por décimo cuarto día consecutivo.
Cualquier idiota puede pensar que es una excusa para no reconocer que en realidad es una mierda estar solo en año nuevo. Y bueno, ellos deben tener una excusa para no reconocer que sentarse en la mesa, mirarlos a todos e imaginar que tienen una granada en la mano es bastante parecido también. Todos los años pensando en escapar de esa realidad que ya no pueden modificar. Qué diferencia. Y ni hablar del momento del brindis. La hora de las horas, la hora más esperada, la que nos trastorna y nos felicita, nos recuerda, nos mata, y lo más difícil de todo: nos hace mirarnos todos a los ojos...ojos que a veces nunca están ahí, siempre en otro lado, en otra casa, con otra gente. Con personas que ya no están. Para eso son los brindis. Y si, también me acordé ahí de vos, imbécil. Justamente por eso. Porque no estabas.
Qué raro, pienso. El estómago no me llama ni me hace señas para que le preste un poco de atención. En cambio el cerebro me pide nicotina a los gritos. Con tal de que él tampoco me hable, cualquier cosa es buena.
Ya es hora de estirar un poco las piernas, y de salir a ver si realmente estaba soñando o el mundo desapareció por completo. Por ahí tenga suerte y no tenga que vestirme, pero por las dudas voy a revolver todas las prendas que cuelgan de la silla, una arriba de la otra y rescatar algo que quiera pegarse a mi piel, y empaparse de mí, de lo que mi cuerpo quiere sacarse de encima. Que me reciba. Que me envuelva. Que quiera algo de mí, algo de lo que es mío. Nunca nadie quiere ser sombrero. Todos quieren ser vestido. A nadie le interesa empaparse de arriba. Sólo carne para comer, como los lobos.
 A esta altura la perra ya se enteró de mis planes y corre alocadamente de una punta del departamento a otra, con una emoción tan infantil que da envidia. Que linda que sos Paris, le digo. Hace que siempre tenga presente lo que a esta altura ya dudo si volverá. Por eso todos elegimos, inconscientemente quizás, tener una fuente permanente que nos llene de eso que nos falta: amigos, hijos, nietos, mascotas...algo así.

 Al parecer sólo era un sueño, la gente pasea por la calle con bolsas y bolsas en la mano. De acá para allá, subiéndose y bajándose de los autos, apurados, cansados, contentos, otros no tanto. En la esquina el sol me pega de lleno y una vez más, respiro.