Recién me despierto, y respiro. El sol de la media
mañana pega en la pared y el calor me agobia, más de lo que ya estoy. Abro mis
ojos, clavados en el techo, clavados en la pared, Esa pared repleta de frases
estáticas, algunas ya medio borroneadas Otras están tan lejos que difícilmente
logren alterarse. Todas las escribí en algún momento, por algún motivo, que por
supuesto todavía logro recordar sin esfuerzo. No hace falta decir porqué.
Mierda, realmente está pesado allá afuera. Recién
comienza el año, pero todavía no pude despedirme del anterior. Y afuera no se
escucha absolutamente nada, o están todos de resaca o esto es un sueño donde un
extraño virus los exterminó a todos y allá afuera es un desierto caliente de
pavimento y humedad. Por lo menos no tengo que pagar por soñar despierta. Sigo
con los ojos clavados ahora dentro mío, en silencio. Ese extraño placer de
poder hablar sin emitir sonido porque no hace falta. Que genialidad, no
malgastar la voz al pedo. No tener que decir estupideces solo para llenar un
espacio o para que sepan que estás ahí. Si tuviese que decir algo para hacerle
saber al resto que estoy ahí, si del otro lado no me ven, si tengo que hablar,
entonces no vale la pena. Solo lo justo y necesario. Un día de absoluta
inercia. Si. No está mal para arrancar el año.
Me revuelco sobre mi misma y me encuentro con Paris.
Como todo perro de la calle siempre está ahí, al lado tuyo, esperando que
despiertes. A ella sí que realmente no le molesta nada, y tampoco pide nada.
Solo mi compañía. Lo mismo que yo. Sin embargo, a veces pareciera que me
molestan muchas cosas de ella, y siento que le pido mucho. Por increíble que
parezca, mirando en sus ojos transparentes se que siempre me perdona. Feliz año
nuevo, Paris. Incondicional, siempre me da otra oportunidad, porque cree en mi,
y sabe lo que soy y lo que no.
Que jodido salir de la cama, pienso. Suena el
teléfono. Por favor no ahora, que no tengo ganas de ponerme a repetir como un
lorito todo el puto sermón que acontece por esta fecha. Qué suerte, no era acá,
o casi. Con lo cerca que estoy de los vecinos da la sensación de que vivimos
todos juntos. Y en vez de paredes tenemos cortinas divisorias, hasta veo
siluetas moverse y todo. Ya no sé si es una villa o una cárcel. Una prueba más
de que me encuentro sola porque el maldito teléfono sigue sonando.
El despertar tiene una suerte de esperanza, mezclada
con melancolía, otro tanto de soledad pero no tanto. Sobre todo en esta época
del año. Y la estoy disfrutando, porque siempre es diferente cada vez. Aunque
lo que llevo adentro siempre es lo mismo, solo que pasan los años y va pesando
más, jodiendo más, doliendo más.
Seguro tendré la postal más linda, para recordar
dentro de unos años, una de las tantas que me acompañan y se acumulan cada día
que despierto. Esas postales que siempre son para alguien que está lejos, con
alguna bonita y pequeña dedicatoria. Para compartir un momento con alguien,
haciéndola parte de sí mismo sin pedir permiso. Esas que dicen "Hoy
estuviste conmigo y quise hacértelo saber". Ya sé quién es mi destinatario
hoy. Permiso, me atrevo a escribir tu nombre en la postal del día de hoy.
Espero no te moleste. Sé muy bien que no. "Hoy me acorde de vos imbécil,
espero que estés contento". No es postal si no tiene mi toque, cómo
decirlo...personal.
Ya es mediodía, y el sol está en su máxima potencia,
igual que mi ventilador. Insoportable. Hoy está para esas siestas de verano...de
las que siempre hablamos y que ahora ya no nos esperan. Al menos juntos.
Muevo un poco las piernas contra las sábanas, como
haciendo una v corta para despertarlas un poco, ahora una i...después una P al
mejor estilo griego, así bien rústica, culminando la sesión con una perfecta X.
Con tanto espacio en la cama hay que ponerse creativo...para no pensar en lo
que pensamos todos cuando despertamos así, solos.
Algo cae del escritorio golpeando contra el piso. A
juzgar por el ruido metálico y seco me atrevería a adivinar que fue el
encendedor. Es su manera de avisarme que me levante, que tiene hambre y que
quiere comer. Es tan inteligente este gato, pienso. No es humano pero sabe muy
bien cuándo y con qué molestar a uno para lograr lo que quiere o necesita.
Debería aprender un poco más de él. Giro la cabeza, y veo el vaso de agua sobre
la mesa. Qué suerte que los felinos no se llevan muy bien con el líquido
elemento. No hubiese sido muy grato ya arrancar el año arreglando las cagadas
de los demás. Mirando detenidamente veo que está repleto de burbujitas.
Quietitas, pegadas a las paredes del vidrio, simulando ser gas pero a mí no me
engañan. ¿Qué puedo hacer? ¿Tirarla por el inodoro? Si la energía siempre es la
misma, solo que se transforma, es medio estúpido pensar que "se va a
ir" por una tubería. Mala onda. Es una cuestión mental. Mientras se pueda
ser indiferente siempre va a rebotar. Vaya uno a saber adónde va a explotar.
Creo que me importa más el hecho del desperdicio sin sentido, y dado que estoy
un poco sedienta, me la voy a tomar igual. De todas maneras va a ir a parar al
mismo lugar.
Intento
levantarme, y siento como si todo mi cuerpo pesara cincuenta kilos más. Mejor
voy a empezar por lo primero, tratar de sentarme sobre el colchón, despacio,
muy despacio. Mirando a la pared, un poco al piso, agachando la cabeza para estirar un
poco la columna que no deja de joderme. La luz del día se infiltra por la
persiana, y pienso que tal vez, no fue buena idea despegar de mi aposento. Pero
que va, ya está. Dos de la tarde. Por ahí deben estar los almuerzos familiares,
las discusiones de quien de los dos se va a tener que fumar a la suegra, o a
los pibes, o ir a buscar a la abuela al geriátrico que seguramente después ni
se entere de donde estuvo. Si. Realmente no creo que este tan mal el día de hoy
después de todo. Nada de comer las sobras de ayer, ni juntar botellas vacías,
ni comer pan dulce por décimo cuarto día consecutivo.
Cualquier idiota puede pensar que es una excusa para
no reconocer que en realidad es una mierda estar solo en año nuevo. Y bueno, ellos
deben tener una excusa para no reconocer que sentarse en la mesa, mirarlos a
todos e imaginar que tienen una granada en la mano es bastante parecido
también. Todos los años pensando en escapar de esa realidad que ya no pueden
modificar. Qué diferencia. Y ni hablar del momento del brindis. La hora de las
horas, la hora más esperada, la que nos trastorna y nos felicita, nos recuerda,
nos mata, y lo más difícil de todo: nos hace mirarnos todos a los ojos...ojos
que a veces nunca están ahí, siempre en otro lado, en otra casa, con otra
gente. Con personas que ya no están. Para eso son los brindis. Y si, también me
acordé ahí de vos, imbécil. Justamente por eso. Porque no estabas.
Qué raro, pienso. El estómago no me llama ni me hace
señas para que le preste un poco de atención. En cambio el cerebro me pide
nicotina a los gritos. Con tal de que él tampoco me hable, cualquier cosa es
buena.
Ya es hora de estirar un poco las piernas, y de
salir a ver si realmente estaba soñando o el mundo desapareció por completo.
Por ahí tenga suerte y no tenga que vestirme, pero por las dudas voy a revolver
todas las prendas que cuelgan de la silla, una arriba de la otra y rescatar
algo que quiera pegarse a mi piel, y empaparse de mí, de lo que mi cuerpo
quiere sacarse de encima. Que me reciba. Que me envuelva. Que quiera algo de mí,
algo de lo que es mío. Nunca nadie quiere ser sombrero. Todos quieren ser
vestido. A nadie le interesa empaparse de arriba. Sólo carne para comer, como
los lobos.
A esta altura
la perra ya se enteró de mis planes y corre alocadamente de una punta del
departamento a otra, con una emoción tan infantil que da envidia. Que linda que
sos Paris, le digo. Hace que siempre tenga presente lo que a esta altura ya
dudo si volverá. Por eso todos elegimos, inconscientemente quizás, tener una
fuente permanente que nos llene de eso que nos falta: amigos, hijos, nietos,
mascotas...algo así.
Al parecer
sólo era un sueño, la gente pasea por la calle con bolsas y bolsas en la mano. De
acá para allá, subiéndose y bajándose de los autos, apurados, cansados,
contentos, otros no tanto. En la esquina el sol me pega de lleno y una vez más,
respiro.